
Creo que con la realidad social europea en el marco mundial actual la mera unión económica y mercantilista es insuficiente; esto nos tendrá que obligar a dar un paso más hacia la mutua comprensión y una posible unión político-institucional en el horizonte temporal. Esta necesidad en términos absolutos, compartida por casi todos e incomprendida por muchos, no debería ser la bandera enarbolada sólo por la clase dirigente (que suele ‘nacionalizar’ logros y ‘europeizar’ fracasos); los cambios deben tener su origen en la base social y no en la cúspide que la rige, ya que tomar decisiones de espalda a la ciudadanía a modo de ‘despotismo ilustrado’ sería engañarnos a nosotros mismos… Por ello, hace falta una concienciación general de la ciudadanía sobre esa necesidad de avanzar en la misma línea hacia una mayor unión política, para ser más competitivos en este mundo globalizado, para que las generaciones venideras puedan asumir unos retos que difícilmente podrán superarse en el marco claramente en decadencia del sistema actual (la ‘dulce decadencia’ a la que se refiere Felipe González). Puede resultar una tarea difícil, pero no imposible…
La integración europea, la “entrada en Europa”, fue muy reivindicada por lo que suponía en unos tiempos en que España era la antítesis de la Europa democrática y liberal. La generación de jóvenes actual parece creer que esto siempre existió en nuestro país, que es una situación inherente a nuestra “tradición” democrática y en la que existe una serie de derechos adquiridos que nunca van a vulnerarse; pero lo cierto es que ha supuesto mucho esfuerzo en todos los ámbitos conseguir estos logros y que es importante estar siempre alerta para conservarlos y ampliarlos. La asimilación general de los valores del europeísmo es la clave para dar pasos en positivo.
Quiero ser optimista. Tengo la esperanza de que en un

Mientras tanto, esta sociedad ‘anestesiada’ bien podría despertar de su ombliguismo y mirar más allá de nuestras fronteras…
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