jueves, septiembre 06, 2007

La identidad extremeña


“Extremadura y el extremeño es tesón, retraimiento, fuerza y fortaleza del alma castellana elevada a la enésima expresión de su propia nobleza, no en cuanto ‘linaje de sangre nobiliaria’, sino nobleza en cuanto apertura, prontitud y generosidad de ánimo para la comprensión de los demás en función de sí misma, decantada por el tamiz purificador de los siglos”. Es así como nos definía un viejo profesor andaluz de mi facultad formado académicamente en Bolonia, Julio Gerardo Martínez y Martínez, nada más llegar a nuestra Universidad allá por 1983. A la par, este mentor tan ‘especial’ también nos asignaba la particularidad de ser despiertos, avispados y luminosos en el genio, imaginativos, cordiales y hospitalarios como el español meridional. Y es esta idiosincrasia, esta mezcla de valores “norteños” y “sureños” de España, la que ha permitido que el extremeño haya triunfado en su proyección universal.

Recuerdo estas palabras en vísperas de la celebración del Día de la Comunidad Autónoma de Extremadura el próximo 8 de septiembre. Este es un día que cualquier otra región celebraría haciendo gala de su historia y tradiciones, de su presencia político-institucional, de su potencial económico, de sus “hechos diferenciales”… Nosotros, en cambio, este día siempre lo hemos reservado para poner de relieve nuestra humilde cultura, para realzar el trabajo de nuestra gente en pro de una sociedad mejor, el sentimiento de ser extremeño en base a esos valores que muy acertadamente nos atribuye el profesor Martínez y Martínez.

Desde siempre el extremeño ha soportado con resignación la época que le tocó vivir, jalonada por invasiones, guerras o disensiones internas que mermaban la población y su capacidad para desarrollarse en todos los sentidos; y existen innumerables ejemplos de ello: luchas sangrientas entre seguidores de distintas religiones y credos, conflictos militares en territorios fronterizos contra Portugal, pugnas entre familias nobiliarias (Zúñigas, Carvajales…), enfrentamientos civiles localistas o entre las “dos Españas”, etc. Aunque alguna vez ha llegado a rebelarse contra la injusticia y la ignominia a las que les sometieron el totalitarismo señorial y el poder centralista omnipresente hasta anteayer. Por nuestra honestidad y espíritu noble nunca nos atrevimos a “pasar la factura” al resto de España por el olvido de nuestro padecimiento secular, como sí hicieron con menor motivo como aves de rapiña otras regiones en esta etapa democrática; buscando una explicación, quizás esto también se deba a que siempre nos vimos obligados a asimilar nuestro exilio y sacrificio por el resto de España como un hecho natural…

Paulatinamente, el extremeño ha sabido forjarse una mentalidad abierta al mundo, dispuesta a romper con cualquier dificultad que impida alcanzar sus metas, con sumo respeto a unos principios que con el paso del tiempo terminaron plasmándose en la Constitución española de 1978 y en nuestro Estatuto de Autonomía que pronto cumplirá 25 años. Mirando atrás, uno puede comprobar cómo esta filosofía (que ahora también han bautizado como ‘topalantismo extremeño’) es la que ha facilitado el progreso de nuestros pueblos y ciudades en las últimas décadas. Sí, ha sido el Pueblo, entendido como ciudadanía, como conjunto de personas titulares de derechos y deberes, el que ha luchado por el logro de situar a Extremadura en el mapa, de sentirnos orgullosos ahora más que nunca de ser el propio pueblo extremeño.

En Extremadura también somos abiertos, generosos y solidarios. A veces ocurre que al estar fuera de ella procuramos hacer “patria chica” haciendo partícipes a los que nos rodean de las maravillas de la tierra que nos vio nacer, sin renunciar nunca a ella. Ese punto de nostalgia siempre nos caracterizó: desde los tiempos de los conquistadores del Nuevo Mundo hasta las emigraciones masivas durante los años del franquismo nos hemos sentido orgullosos de Extremadura, con sus virtudes y sus defectos… Considero que con este sentimiento inexplicable y cuasi incontrolable no somos ni localistas ni regionalistas: siempre he creído que lo importante no es ser tan ni más que los demás, sino superarse a uno mismo. Los extremeños nos sentimos españoles porque, junto al resto de las regiones, creemos en una España unida en lo diverso, integradora y sin privilegios.

Nos encontramos en un momento histórico importante, en un punto de inflexión en el que los que nos sentimos extremeños, vivamos o no en el límite geográfico que le tocó denominarse ‘Extremadura’, conocemos lo que hemos sido, sabemos lo que somos y empezamos a plantearnos lo que queremos ser, hacia dónde queremos ir y en qué condiciones. Juntos estamos consiguiendo superar tópicos y prejuicios, pregonar a los cuatro vientos todo lo que lleve estampado la “Marca Extremadura”. Extremadura no presume por ser un territorio, ni una autonomía, ni un país; los extremeños deben creerse que han conseguido fraguar un sentimiento que rompe fronteras, un proyecto que suma y multiplica (no resta ni divide), un anhelo por conseguir el bienestar de las personas de cualquier descendencia y procedencia... Esta es y debe ser nuestra principal seña de identidad frente a los “hechos diferenciales” de otras regiones.

No hay comentarios: