martes, febrero 20, 2007

La belleza de nuestro paisaje


Esta misma mañana, viniendo en autobús desde ALCONCHEL a Cáceres (con trasbordo en Badajoz), contemplaba extasiado la belleza de nuestro paisaje, de la dehesa extremeña. Siempre que hago este trayecto en transporte público -y pronto cumpliré 5 años de idas y vueltas a mi querido pueblo- me gusta ver con todo detalle a ambos lados de la carretera (algún día convertida en autovía) el campo, las grandes extensiones de tierras, ya sea en su estado natural o sometidas a la estética homogeneizada de los cultivos de regadío.

Sin embargo, yo prefiero el paisaje en que predominan las encinas y alcornoques, los chaparros y acebuches, la fauna autóctona sesteando bajo ellos, los arroyos rebosados del agua cristalina de las últimas lluvias... Ese paisaje que sigue tolerando, con más o menos riesgo, el progreso y desarrollo sostenible del ser humano en un hábitat cuasi virgen, en una zona que ya para sí quisieran tener en otros lugares de España y del mundo.

Miro y vuelvo a mirar el verdor de los pastos, la oscuridad de los troncos de los árboles, la blancura del cielo en estos días nublados y de nieblas en que las lluvias son bienvenidas por las gentes de campo. Al contemplar todo esto un sentimiento de tranquilidad inunda mi mente, pensando que nunca cambiará y que algún día, si me hallo lejos de aquí, siempre podré pensar en este bello paisaje y el olor a esa tierra verde humedecida para evocar el recuerdo de mi pueblo y mi Extremadura...

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